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Los desfiles de Alta Costura de París están envueltos por un halo de elegancia, placidez y hasta misticismo. Los diseñadores se toman sus pases muy en serio, y no es para menos, ya que están mostrando sus creaciones más exquisitas, lujosas y artesanales. Detrás de cada vestido, de cada pliegue y de cada bordado hay cientos de horas de trabajo de manos expertas, que sólo dan por finalizada una pieza cuando es 100% perfecta.
Así, entre tanta solemnidad, se agradece que de pronto alguien llegue y rompa con todo. El punto de frescura y de descaro lo ha puesto el más «macarra» de los que estos días desfilan en París: Jean Paul Gaultier.
Esta tarde, las modelos se han subido a la pasarela ataviadas con tocados en cresta, referencias religiosas irreverentes, transparencias imposibles, medias de rejilla y rayas horizontales. Incluso han fumado. A primera vista, el desfile de Gaultier podría parecer una gamberrada, pero si aplicamos el «zoom» sobre cada uno de los looks descubrimos un extraordinario trabajo de los volúmenes, el movimiento, los colores y la sensualidad femenina.
Los vestidos de Gaultier no dejan indiferente a nadie, llevan el sello personal e inigualable del costurero y sólo son aptos para mujeres atrevidas, independientes y con un punto de locura. Queda probado: la pasarela no siempre es un delicado escaparate.
Fuente: abc.es